El Reino consumado en la persona de Jesucristo

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Autor: Stevan Henning

Cuando la composición de las páginas del Antiguo Testamento se acabó con las profecías de Malaquías, el pueblo escogido de Dios se halló bajo el dominio de los Gentiles. Durante los cuatro siglos que siguieron, Israel fue un pueblo vencido una y otra vez por los griegos y después por los romanos. A pesar de su situación, ellos mantuvieron mucha esperanza porque las voces de los profetas siguieron recordándoles por medio de la preservación de las Escrituras de la promesa de su nueva exaltación sobre todo poderío e imperio gentil. Empezando con Isaías y en casi todos los profetas, se halló la promesa del reino del Mesías que libraría a Su pueblo exiliado de las ataduras de los que habían dominado su territorio por tantos años. Este tema del reino de Dios es predominante en el Nuevo Testamento y se destaca al enfatizar tres aspectos del reino de Dios: el reino de Dios revelado en la persona de Cristo, el reino de Dios cumplido en los sufrimientos y la resurrección de Cristo, y la consumición espiritual del reino en el Espíritu Santo.

Abdías habló del reino venidero en su breve profecía contra Edom y el último versículo de su profecía describe quien será el que se sienta sobre el trono.

Y subirán salvadores al monte de Sion para juzgar al monte de Esaú; y el reino será de Jehová .

El Nuevo Testamento abre con poco cambio político. Israel, ya no estaba bajo los persas, pero sí estuvo bajo el dominio de los romanos, un pueblo más cruel que los persas. De repente se levantó uno como el gran profeta Elías. Su mensaje seguía el mismo tema de los profetas de hace cientos años anterior y ese tema fue el reino del Mesías. Mateo 3:1-3 relata lo que sucedió:

En aquellos días vino Juan el Bautista predicando en el desierto de Judea, y diciendo: Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado. Pues éste es aquel de quien habló el profeta Isaías, cuando dijo: Voz del que clama en el desierto: Preparad el camino del Señor, Enderezad sus sendas .

Juan el Bautista predicó sobre el reino de Dios. Esta primera voz de Dios en más de cuatrocientos años proclamó la cercanía del reino de Dios, un reino poco entendido por él, sus oyentes, y por muchos hoy en día. Este reino no es nada más que el control de Dios sobre todas las cosas. No es tanto espacial como espiritual. Dios es Rey de toda la tierra según Salmo 24:1. El reina ya, reinará mañana, y para siempre, pero la Biblia dice que Su reino crece como la mostaza del campo. Hay muchos que dicen que la iglesia es el reino de Dios, pero la iglesia no es el reino, sino el medio que Dios utiliza para extender Su reino y será consumido cuando Cristo venga para juzgar a este mundo. Es interno más que externo. Sin embargo, el fruto de este reino es visible a todos.

Aunque Juan el Bautista tuvo sus dudas más tarde respecto al cumplimiento mesiánico en la persona de Jesucristo, es interesante que él, en vez de enfatizar el carácter del reino, más bien habló del carácter del Rey. Lo que aprendemos es que el Rey será nadie menos que el Señor. Este concordó exactamente con muchísimas profecías del Antiguo Testamento.

Mateo, al citar este pasaje de Isaías, vio en Juan el Bautista al que había de preparar el terreno para el Mesías prometido. Entre tanto que el reino se había acercado, también el camino del Señor necesitaba ser preparado porque El es el Rey. Pero el reino de Dios no es tanto una extensión de tierra, ni tampoco una dinastía, sino una persona. Juan el Bautista declaró que Jesús, sin duda, es el Rey. Cristo en Su persona es el reino de Dios y El lo declara abiertamente en el principio de Su ministerio:

Desde entonces comenzó Jesús a predicar, y a decir: Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado . Mateo 4:17.

Es interesante que el mensaje tanto de Juan como de Jesús es singular. El reino ha venido y es una persona. Cristo pasó una gran parte expresando lo que es el reino. El declaró que este reino está dentro de una persona. Lucas 17:21. Y por ende, el Bautista y Cristo predicaron un mensaje de arrepentimiento. Solamente el corazón arrepentido puede cumplir con los requisitos del reino: gozo, justicia, y hacer la voluntad de Dios. Cristo incorporó estas y muchas otras ideas en Sus predicaciones sobre el reino de Dios.

En primer lugar, el reino es gozo y este gozo tiene un objeto específico en mente. En Mateo 13 Jesús cuenta parábolas explicando el carácter de Su reino. Entre estas enseñanzas vemos la parábola sobre la perla. El declaró que el reino de los cielos es comparable a una persona buscando buenas perlas. Muchos se han equivocado sobre quién es la perla de gran precio. Pero es obvio que no son los objetos de la salvación que Cristo otorga, sino es Cristo mismo. En esta parábola Cristo declaró que para la persona que quiere entrar en el reino de Dios, hay que ver el reino llegado en una sola persona: Jesucristo.

En segundo lugar, la justicia es necesaria para entrar en el reino de Dios. Cristo declaró en Mateo 5:20, 48 que la justicia requerida es perfección. Inmediatamente después de su declaración en Mateo 5:20 Cristo empieza a exponer la ley correctamente y se establece como la autoridad diciendo vez tras vez, “ Oísteis que fue dicho…pero yo os digo .” Cristo no solamente se establece como la autoridad sobre aquellos que entrarán en Su reino, sino que también se establece como la justicia perfecta. El vino según Mateo 5:17, “para cumplir la ley.”

En último lugar vemos como Cristo incorporó la idea del reino con Su último requisito. En la conclusión del Sermón del Monte, Cristo declaró que muchos serán echados fuera del reino. Nuevamente, es importante destacar que estos requisitos empiezan no con quehaceres externos, sino una actitud de sumisión a la voluntad de Dios.

No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad? Mateo 7:21-23.

Cristo mismo cumplió con este propósito en dos maneras. En primer lugar él vino para hacer la voluntad de Su Padre. El dijo, “Porque no busco mi voluntad, sino la voluntad del que me envió, la del Padre. Pero antes de mostrar como Cristo se identificó como el cumplimiento del reino de Dios debemos hacernos la siguiente pregunta: ¿qué es la voluntad de Dios? Cristo contestó esta pregunta en Juan 6:40:

Y esta es la voluntad del que me ha enviado: Que todo aquel que ve al Hijo, y cree en él, tenga vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero .

Este versículo fue de gran ánimo para todos los judíos. Ellos entendieron los asuntos del juicio final y la resurrección, pero cuando Jesucristo fue llevado por los romanos para ser crucificado sobre una cruz de maldición, aun los discípulos más fieles empezaron a dudar de que Cristo fuera el Mesías prometido que había venido para establecer Su reino. Estas palabras de duda son registradas en Lucas 24:21 donde dos hombres anduvieron con un “extranjero” que parecía ignorante de los eventos de la crucifixión de Jesús.

Jesús nazareno, que fue varón profeta, poderoso en obra y en palabra delante de Dios y de todo el pueblo; y cómo le entregaron los principales sacerdotes y nuestros gobernantes a sentencia de muerte, y le crucificaron. Pero nosotros esperábamos que él era el que había de redimir a Israel .” (Lucas 24:19b-21a)

Estos dos hombres pensaron que la “redención” prometida de las Escrituras era meramente una redención política. Lo que ellos no entendieron, pero lo que aprendieron por medio del “Extranjero” fue que Cristo tenía que sufrir para ser glorificado. En otras palabras la muerte de Cristo no fue ningún obstáculo para el avance de Su reino, sino que fue el cumplimiento de Su misión a la tierra como Rey de reyes y Señor de Señores.

En primer lugar los sufrimientos de Cristo sirvieron para avanzar Su reino. Cuando Cristo apareció delante de Pilato, Pilato le preguntó si El fue rey. Cristo respondió,

Mi reino no es de este mundo; si mi reino fuera de este mundo, mis servidores pelearían para que yo no fuera entregado a los judíos; pero mi reino no es de aquí. 37 Le dijo entonces Pilato: ¿Luego, eres tú rey? Respondió Jesús: Tú dices que yo soy rey. Yo para esto he nacido, y para esto he venido al mundo, para dar testimonio a la verdad. Todo aquel que es de la verdad, oye mi voz. ” (Juan 18:36-37).

Es interesante que Cristo dice que Su reino tiene que ver con la verdad. ¿Cómo promovieron Sus sufrimientos la verdad? El apóstol Pablo nos dice en Romanos 15:8-9ª, “ Cristo Jesús vino a ser siervo de la circuncisión para mostrar la verdad de Dios, para confirmar las promesas hechas a los padres, y para que los gentiles glorifiquen a Dios por su misericordia .” En otras palabras los sufrimientos de Cristo sirvieron para establecer las promesas de Dios. Estas promesas se hallan en el Antiguo Testamento, pero entre ellas, y la mayor de ellas que la promesa del Nuevo Pacto. Este pacto hablaba de un corazón nuevo y el perdón de pecados, pero Dios no pudo establecer Sus promesas de bendición sin exigir el precio del pecado. Ese precio pagó Cristo en la cruz. Pablo toca explícitamente la necesidad de justificar a Dios por haber pasado por alto los pecados. En Romanos 3:24-25 Pablo dice, “ Siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús, a quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre, para manifestar su justicia, a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados .”

Esta redención fue la redención que Cristo compró con Su sangre. Esta compra avanzó el reino y los frutos no duraron mucho tiempo. En la misma cruz, Cristo vio el fruto de Su obra. Por medio de Sus sufrimientos el ladrón pudo entender que Cristo fue justo, y él, volviéndose al Señor le pidió, “ Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino. Entonces Jesús le dijo: De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso .” Lucas 23:42-43. Cristo fue Rey en Su vida terrenal, pero también fue Rey en Su muerte. Pilato, haciendo exactamente lo que Dios había ordenado, colocó un letrero encima de la cruz, que dijo: Rey de los judíos.

Sin embargo, la muerte de Jesús no terminó el avance de Su reino. Tres día después, Cristo continuó el éxito de Su reino. Después de su resurrección, Cristo les encomendó a Sus discípulos una comisión para evangelizar al mundo. ¿Cuál fue la base de esa comisión? Cristo lo contestó diciendo:

Así está escrito, y así fue necesario que el Cristo padeciese, y resucitase de los muertos al tercer día; y que se predicase en su nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las naciones, comenzando desde Jerusalén .” (Lucas 24:46-47.)

Al resucitarse, Cristo podría proclamar verdaderamente:

“Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra. Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo .” (Mateo 28:18b-20)

Es interesante que uno de los temas secundarios del I de Corintios 15, el gran capítulo que defiende la resurrección de Cristo, es el reino de Cristo. Esta palabra reino , tanto como las palabras vida , victoria , poder , y dominio son claves para entender lo que la resurrección de Cristo significa para el creyente. Un rey es uno que tiene dominio sobre sus enemigos, y Pablo enfatiza que el reino será consumido cuando Cristo venza a Sus enemigos.

Luego el fin, cuando entregue el reino al Dios y Padre, cuando haya suprimido todo dominio, toda autoridad y potencia. Porque preciso es que él reine hasta que haya puesto a todos sus enemigos debajo de sus pies. Y el postrer enemigo que será destruido es la muerte .” (I de Corintios 15:24-26).

Para Pablo, Cristo reina porque precisamente El ha conquistado la muerte, y al vencer la muerte al fin de este siglo presente, El presentará el reino a Su Padre. Entre tanto, Cristo sigue avanzando este reino por medio de Uno que ama Su obra.

Cristo había prometido no dejar a Su iglesia sola cuando El ascendió al Padre. Ya hemos visto que Cristo dijo, “ “Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra. Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo .” La autoridad de Cristo es una autoridad recibida. El Padre se la había dado, pero se ve también que esta autoridad está presente con los creyentes. El medio de esta autoridad es el Espíritu Santo quien se llama en Romanos 8:9, el Espíritu de Cristo.

Con todo el malentendido de hoy en día sobre lo que hace el Espíritu Santo es menester repasar lo que dijo Cristo del Consolador que El iba a enviar:

“Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad; porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oyere, y os hará saber las cosas que habrán de venir. El me glorificará; porque tomará de lo mío, y os lo hará saber. Todo lo que tiene el Padre es mío; por eso dije que tomará de lo mío, y os lo hará saber.” (Juan 16:13-15).

Está claro que el Espíritu no vino para empezar una obra sin relación a lo que hizo Jesucristo. Tanto el motivo como la autoridad para hacer esta obra viene de Jesucristo. No es el reino del Espíritu, pero el Espíritu es el que avanza el reino de Dios.

Cuando Cristo estaba a punto de ascender al cielo, los discípulos le preguntaron si El iba a establecer un reino terrenal en ese momento. La respuesta de Cristo es sumamente importante porque El señala inmediatamente la importancia del Espíritu Santo al decir:

“Pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra.” (Hechos 1:8).

Al examinar brevemente el primer mensaje después de Pentecostés, será obvio que el Espíritu Santo quiere exaltar el reino de Jesucristo. En este mensaje, Pedro, predicando bajo la inspiración del Espíritu, declaró que Cristo es Rey. El está exaltado a la diestra del Padre (Hechos 2:34). El no fue víctima de las malas intenciones de los hombres, sino más bien ellos actuaron conforme a la voluntad divina y soberana para crucificar a Jesús (Hechos 2:23). Este mensaje muestra claramente el papel del Espíritu: El no vino para hablar por Sí mismo, sino para glorificar la obra de Cristo y El lo glorifica por medio de Su obra tan especial. Esta obra del Espíritu Santo fue parte del mensaje que Cristo predicó aun en el principio de Su ministerio.

Cuando Nicodemo consultó a Cristo respecto a las condiciones necesarias para entrar en el reino de Dios, Cristo le explicó:

“De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios.” (Juan 3:5)

Sin el Espíritu Santo es imposible que uno entre en el reino de Dios. El nuevo pacto de Ezequiel enfatizó la regeneración por medio del Espíritu al escribir:

Y pondré dentro de vosotros mi Espíritu, y haré que andéis en mis estatutos, y guardéis mis preceptos, y los pongáis por obra.” (Ezequiel 36:27).

¿Y cómo hace el Espíritu Santo la obra? Cristo dijo que hay que nacer “ de agua y del Espíritu .” ¿Qué es esta agua? La Biblia define el agua como “ el lavamiento del agua por la palabra de Dios .” (Efesios 5:27; Juan 15:3). Es interesante la estrecha relación entre el Espíritu de Cristo y el Rey Jesús. Los dos sirven para avanzar el reino de Dios, todos buscando no Su propia gloria, sino la gloria de Dios al avanzar el reino en los corazones de los hombres.

El reino de Dios se avanza hoy por medio de la proclamación del evangelio. Este evangelio requiere que el pecador ponga la fe en el Señor Jesucristo. Es el único Redentor. El murió y se resucitó de entre los muertos para glorificar a Su Padre y salvarnos a nosotros. El dejó a Su Espíritu aquí en la tierra para culminar Su misión de avanzar la voluntad divina de reinar sobre toda la creación y un día este Rey volverá a la tierra para conquistar a todos Sus enemigos y para glorificar a Su pueblo y el reino de Dios será para siempre. Disfrutaremos de la gloria de nuestro Rey para siempre y cantaremos de Su hermosura sin fin. Pero este reino no es exclusivamente para el futuro, sino que es algo ya dentro del pueblo de Dios y nos motiva para seguir adelante en la obra que el Señor nos ha dado, sabiendo que nuestra labor no es en vano porque tenemos el Espíritu de Cristo dentro de nosotros. Por eso, el reino de Dios avanza y la iglesia tiene el privilegio no solo de ver el reino consumido de Dios un día, sino también de disfrutar de ello todos los días hasta el fin del mundo.

Soli Deo Gloria .